Bodas, bautizos, comuniones y la gran olvidada de la BBC, funerales, son los únicos acontecimientos que garantizan una reunión familiar al completo. Ni siquiera la Nochebuena goza del mismo poder de convocatoria que antaño. Y es que en este tipo de eventos, al contrario que en las celebraciones navideñas, no hay lugar para el «tú a casa de tus padres y yo a la de los míos». Y en el caso concreto de un funeral no hay «peros» que valgan. Con un poco de mala suerte, puede que te veas obligado a volver de Toulousse y enfrentarte a la dolorosa separación de tus progenitores, la misma que motivó tu huida al extranjero, así como a soportar a tu tío el déspota, a tu primo el nerd y al enemigo público número uno de la familia, su madre, que ha escrito un libro inspirado en las intimidades menos confiables el clan.

Mar Coll escoge el evento ideal para perfilar un fresco familiar en el que todo parece ir encaminado a implosionar en mil pedazos. Y para ello recurre al naturalismo, evitando la tentación de llevar las relaciones intergeneracionales a las situaciones extremas de siempre. En cambio, la catalana opta por la acumulación de pequeñas diferencias que incrementan la tensión arrastrada por acontecimientos del pasado. Conflictos que, aún permaneciendo bajo secreto de sumario durante gran parte del film, son insinuados en unos diálogos brillantes, que nos ayudan a comprender esa calma tensa que transpiran los planos de Tres días con la familia.

Estamos ante una película coral que expone un estudio minucioso del universo familiar. Para romper el hielo entre tanto desconocido, la directora nos lleva de la mano de una persona que ha vivido fuera durante una temporada e inicialmente lo observa todo desde un punto de vista externo, justo como nosotros. Acto seguido, entramos en contacto con el resto de personajes mediante unos diálogos que revelan sus diferentes caracteres y sus roles dentro del conjunto. A través de un naturalismo admirable, las situaciones fluyen y se suceden hasta que todas las cartas quedan expuestas sobre la mesa.

Exprimiendo las posibilidades de la profundidad de campo y exportando los vínculos sanguíneos desde las venas hasta la gran pantalla, la cámara de Coll propone un tratamiento de conjunto en el que los protagonistas de un plano son los secundarios del siguiente y así sucesivamente. Asimismo, su planificación juega a separar a jóvenes y adultos para marcar la transformación que experimenta el ser humano con el paso del tiempo: la pasión y la generosidad van perdiendo su protagonismo a medida que crece el del conformismo, el rencor y la codicia.

Tres días con la familia es un magnífico debut que rebosa melancolía en cada una de las miradas de su protagonista y ofrece un enfoque pesimista, o tal vez realista, de las relaciones humanas. A pesar de su juventud, Mar Coll demuestra una gran inteligencia emocional que alcanza su máxima expresión en la amplia gama de grises que domina la construcción de sus personajes y en el tratamiento de su protagonista femenina que, entre otras lecciones, aprende el significado del «quien esté libre de pecado que tire la primera piedra». Asimismo se aprecia en su argumento una crítica al heteropatriarcado, representado por un líder de la manada y sus acólitos, que ven su mundo temblar ante la amenaza de la hermana escritora, y por un novio egoísta en fuera de campo, que corta las alas de esa adolescente en huida continua de un mundo hostil.

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