El escritor Charles Bowden afirmó una vez que “el verano es siempre mejor de lo que podría ser”. De su sencilla afirmación podría adivinarse la épica del esparcimiento que, para cualquier adolescente, tiene una época estival que los adultos perciben de maneras muy diferentes. Para estos, los meses de verano no son más que un breve respiro que poco se diferencia del resto del año; para niños, niñas y adolescentes, cada verano se presenta como una nueva aventura llena de alegrías y tristezas, de pasatiempos y de insólitos descubrimientos.

Dicen que la curiosidad es el matiz emocional que da lugar a la búsqueda, la exploración y, finalmente, el aprendizaje. Pero todo se complica cuando las preguntas se trasladan al futuro. Precisamente el futuro, de lo que Víctor Hugo decía que tenía muchos nombres y que para los valientes era la oportunidad, es lo que la joven Lis se plantea con más fuerza que nunca. Quiere convertirse en artista de circo y estudiar en Barcelona, aunque no será fácil convencer a sus padres y a un entorno conservador y prejuicioso.

Con estos pilares como contexto -el verano- y necesidades vitales -el encuentro de la vocación-, la directora debutante Lucía Alemany rueda una historia que da la cara y asume su condición de relato costumbrista y reivindicativo ante algunas realidades, entre ellas el tabú del aborto en adolescentes. Lis, a la que interpreta una muy convincente y prometedora Carmen Arrufat, se enfrenta a un suceso inesperado que ha llegado fugazmente, como todo lo que pasa en verano. La ilusión y el amor, se tornan en decepción, sufrimiento y en una situación dramática que pone en un brete a la protagonista ante lo inevitable: hablar con sus padres de lo ocurrido. Al contrario de lo que podría parecer, Alemany se empeña en resquebrajar el concepto estereotípico de la familia de Lis a través del propio comportamiento de la joven; hay un empeño del guion por demostrar que las nuevas generaciones romperán los moldes de conductas impuestas y costumbres apolilladas. Una «protesta» convertida en virtud de un largometraje que, bajo su disfraz de estructura aparentemente convencional, esconde un trabajo con espíritu crítico y disconforme.

De esta forma, atrevida y directa, la realizadora valenciana se bautiza en el largometraje. Su experiencia, que pasa por una situación parecida a la del personaje de Lis, y sus vivencias en Traiguera, el pueblo de Castellón donde nació, dieron forma al guion. Es inevitable que, con una historia escrita desde el corazón, la naturalidad y un sorprendente realismo empapen cada uno de los apasionantes rincones del alma de La inocencia, pura inquietud por la vida.

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