En los últimos premios Goya, Isabel Coixet se alzó con el premio a la mejor dirección por La librería y Carla Simón ganó la versión novel del mismo premio por Verano 1993. Asimismo, en la recién concluida edición del Festival de cine español de Málaga, Elena Trapé (Blog, 2010) ha recibido el galardón a la mejor dirección y mejor película por Las distancias. Reconocimientos poco habituales que deberían despertar la curiosidad, o invitar a la reflexión, de quienes piensan en el cine como un arte reservado para el hombre.

Sin embargo, esta costatación de que las mujeres españolas están tan capacitadas (o incluso más) como los hombres para la dirección de cine no ha tenido repercusión en una cartelera que durante los primeros cuatro meses del año ha visto cómo tan solo una directora madrileña lograba estrenar su película en nuestro país. Para ello, Ana Asensio necesitó el refrendo de un premio en el South by Southwest, el prestigioso festival de cine de Austin, sirviéndole semejante proeza para sobrevivir tan solo un par de semanas en nuestras salas.

Cabría preguntarse por los factores que determinan la escasa permanencia en cartelera de las películas dirigidas por mujeres, así como los que hacen posible la producción de muchos más proyectos dirigidos por hombres que los liderados por mujeres. ¿Casualidad? Respecto al primer punto podríamos concluir que, por lo general, las películas españolas no duran mucho en cartel, pero curiosamente cuando ello sucede siempre atañe a films dirigidos por hombres. ¿Se invierte menos en el marketing del cine hecho por mujeres? ¿Se confía menos en sus posibilidades debido a las temáticas abordadas o al enfoque de sus narraciones?

Las respuestas a estas preguntas podrían explicar la diferencia cuantitativa en nuestro país entre las películas dirigidas por hombres y las dirigidas por mujeres. El círculo vicioso esta servido: la demanda de cine hecho por mujeres no aumentará mientras mantenga su escasa visibilidad y el público no perciba la exclusividad de sus aportaciones. Cómo bien es sabido, el ser humano es un animal de costumbres, pero el raciocinio debería permitirnos alcanzar la conclusión de que los hábitos consolidados no son necesariamente los más acertados y son susceptibles de ser cambiados por otros mejores: ver el mundo a través de un cine más universal.

Está claro que la obtención de premios por parte de directoras españolas debería contribuir a cambiar la realidad cinematográfica que vivimos. Pero nada de esto surtirá un efecto real si nuestros gobiernos no intervienen en la educación temprana de una población que sigue sin creer en la igualdad entre el hombre y la mujer. Financiemos sus proyectos, confiemos en su valía. Abandonemos las inercias fracasadas para abrazar la meritocracia. Tomemos conciencia de la importancia de unas y otros para exprimir todas las oportunidades que nos brinda tanto la vida como el arte. Para que vivir el cine a medias si podemos disfrutarlo al 100%.

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