Así, con esa contundente expresión de hartazgo no exenta de ironía y humor, es como se ha bautizado a esta nueva edición, la quinta, de Cima en Corto, celebrada el pasado día 21 en La Morada de Malasaña. Los allí presentes no sólo tuvimos la oportunidad de ver cuatro cortos tan diferentes como agudos, sino que disfrutamos de un coloquio con las autoras y actrices de estos trabajos mezcla de reivindicación y el humor más irreverente. Qué mejor momento, pues, para compartir con ellas sus inquietudes como mujeres dentro de un sector tan complejo como el audiovisual, reflejo infame de la desigualdad de toda la estructura social.

De esta forma, una genuina simbiosis de género de comedia y protesta, las creadoras invitadas a este Cima en Corto nos deleitaron con sus cuatro propuestas:

Ni una sola línea

El subgénero de atracos nos ha deparado películas tan fascinantes como El abrazo de la muerte (Criss Cross, 1949), Reservoir Dogs (1992), Rififi (Du rififi chez les hommes, 1955) y un sinfín de títulos protagonizados por los tipos más duros de los bajos fondos. Sin embargo, escasos (o ninguno) cineastas se han atrevido a filmar la planificación y posterior ejecución de un atraco a un bingo por parte de dos ancianas. Apoyado en el guion y la producción de Nadia Mata, Víctor Díaz Somoza dirige un cortometraje que, además de una pertinente denuncia social, rebosa originalidad y frescura por todos sus poros. La ausencia de presupuesto a la hora de emular a los films enunciados en líneas superiores parece haber estimulado la imaginación tanto de la guionista, que se decanta por unas protagonistas improbables y un afilado sentido del humor, como del director, que demuestra oficio y creatividad en una puesta en escena oscilante entre la ensoñación y la realidad.

 

Las rubias

Antes de nada la directora Carlota Pereda lo deja claro: «está basado en hechos que conocí a través de una noticia». A partir de ahí es el espectador el que disfruta de este disparate ocurrido en Brasil, pero adaptado al ámbito español y a parte de su idiosincrasia. Con la premisa de «todas las rubias son iguales, como los chinos», el cortometraje de Pereda es una frenética persecución -ilegal- del efímero poder que otorgan las tarjetas de crédito, poderoso plástico y motor de la aventura de unas Maggie Civantos y Eva García-Vacas a las que se les ven las intenciones… y las tablas. A este potente binomio se une más tarde Marta Hazas, convertida en complemento final del premiado cortometraje, un batiburrillo genial entre el género de atracos, el cine social, y la más eléctrica de las comedias. Además de la realizadora, gran parte de culpa de su éxito llega desde la sala de montaje, pues destaca el sobresaliente trabajo de Verónica Callón.

 

Marta no viene a cenar

Por su parte, Macarena Astorga propone una nueva versión del «nunca juzgues un libro por su portada». A través de una cena que arranca con las mejores intenciones, la cineasta malacitana plantea el cuestionamiento de una amistad que, aun pareciendo inquebrantable, lleva tiempo flirteando con el desastre. Aprovechando la química entre Natalia y Celia de Molina (hermanas en la vida real), Marta no viene a cenar se erige en el clásico cortometraje-cebolla que revela sus verdaderas intenciones a medida que va desprendiéndose de sus numerosas capas. En lugar del llanto que suele provocar la manipulación de dicha hortaliza, el guion de Salva Martos recurre al sentido de humor para compensar el dramatismo objetivo de la situación y forzar alguna que otra sonrisa incómoda.

Le chat doré

A pesar de sus metafóricas formas, el corto de Nata Moreno brilla en lo conceptual y aprovecha sus seis minutos para representar el acoso y derribo de un gobierno despreocupado por la cultura y, en particular, el mundo del cine. Le chat doré utiliza los espacios claustrofóbicos de un camarote y la figura de un director de orquesta intransigente y tirano para mostrar la asfixia a la que, entre otros motivos por el irresponsable 21 % de IVA cultural, se somete al creador y, en general, todos los profesionales de esta industria. El músico libanés Ara Malikian, que compone la alegre partitura del cortometraje, encabeza un reparto estelar con nombres como Javier Cámara, Cristina Castaño o el veterano Miguel Rellán, todos ellos parte de un trabajo con el formato del mejor cine mudo en la línea homenageadora de largos como Las vacaciones del señor Hulot (Les vacances de M. Hulot, 1953), The Artist (2011) o Blancanieves (2012).

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